sábado, 4 de octubre de 2008

CRÓNICAS ITALIÉTICOVALEDICTORIAS (octubre de 2005)

Jueves 13

Seis horas de Alpes que van perdiendo su infancia camino de la frontera con Eslovenia, frontera y, ya entrada la oscuridad cada vez más precoz del otoño, Pirán (o Pirano, según), ciudad natal de Giuseppe Tartini y sospecho que de nadie más. Joyita ínfima, a la que los de extramuros entramos a pie tras dejar las ruedas en el parquin. Ex puerto romano, ahora medieval, lengua de callejuelas apretadas y mar por los dos costados y en la puntita, de espaldas a la montaña y a una portentosa muralla que sesga los cipreses allá atrás y arriba. Nos alojamos en el Hotel (o Albergo, según) Tartini (qué otra cosa?). Veriginoso desensillaje y a la calle, porque Valerita va a ver, por vez primera y no puede esperar... el MAR! Qué bonito, mami! Qué bonito, papi! Pero-pero-pero, hay tibudónez? Exclama primero e indaga, evidenciando un inusitado interés por la ictiología. Cenamos sobre el ídem.

Viernes 14

Reensillamos y a... Venecia (o Venedig, según). Qué bonito, mami! Qué bonito, papi! Y-y-y puedo pazear en ézoz botes négdoz? Y, claro, podémoz. Por primera y, espero, última vez, escarbo el fondo de todos los bolsillos para regalarle a Valerita su paseo en góndola. Pod-pod-pod qué son tódoz-tódoz-tódoz bótez que van pod el agua, papi? Y no-y no-y no hay ádoz, papi? Y me-y me-y me puédez compdad un-un-un bote de ézoz négdoz? Y, claro, le compro un transatlántico de plástico que, ay!, no cabe en el lavatorio y en el hotel no hay bañadera sino cubículo con ducha, pero se conforma. Y yo miro Venecia por última vez de local en Europa. Cuándo regresaré? Algún día, espero.

Sábado 15

Pasamos por Boloña y Alguienita ze compra doz párez de bótaz y Valeria me persigue o se hace perseguir por la plaza mientras el sol se va poniendo con un adiós bermejo encendido. Ya volveremos a vernos, me digo, algún día. Entonces salimos para Forlí pero con el acento al revés solo que este puto teclado no lo tiene. Interminable periplo para dar motorizadamente con La Foresteria, en la calle Pisacane (sic!) cerca del centro. Dejo por fin coche y féminas y me voy a pie a buscar la llave antes de que no sea demasiado tarde, como dirían los franeces en el idioma más lógico del orbe, porque es la residencia de la Universidad y el encargado se las pira a las 20:00. Recojo la llave y otra vez a ver de acercarme rodando. Niporputas! Detengo a un señor que pasa en bicicleta, seguido de un segundo birrodado con su mujer e hijita. El tipo me lleva, dando catorce mil vueltas, y me deja en la puerta. Por fin, la Italia que recuerdo y que temía fenecida. Cenamos en un bolichito, sobre la vereda, y me amigo de un cardumen de purretes a los que informo de que Valeria es, en verdad, una princesa mexicana, que Alguienita es la reina y que quien les habla por escrito nada menos que un rey. Los admito en mi corte como la marchesina Anna, il cavalier Davide, la contessa Magdalena, etc. En determinado momento le digo a la marchesina que vaya adentro y le diga al patrón que el Rey quiere más vino. Al rato sale el susodicho, que venía a ver qué cazzo acontecía, que Anna le había dicho que afuera había un rey que quería vino.

Sábado 15

Descendemos unos cincuenta o sesenta kilómetros a la República desde 895 de San Marino, encaramada en la montaña, señorial y adusta de torres y almenas, y atestada de turistas. Hemos conocido, así, otro país.

Domingo 16

Por una ruta meandrosa nos adentramos en un paisaje de otoño festivo, con toda la gama que va del verde indeciso al rojo furibundo, pasando por todos los amarillos de Van Gogh. Almorzamos en Siena y luego enfilamos para esa maravilla que es San Gimigniano (quienes haigan visualizado Té con Mussolini podrán evocarla, con sus cinco torres porque sí).

Lunes 17, Día de la Lealtad Popular

Salgo tempranito para ir a la Scuola Superiore di Lingue Moderne per Interpreti e Traduttori de l´Universitá pero con el acento al revés de Boloña, donde voy a dar ocho horas de clase estos tres días.

Miércoles 19

Embarcamos en el postrer trayecto de mi fiel Mazda Xedos 9 azul metálico camino de... Camisano Vicentino, culminación indiscutida de este mi postre periplo de local en Europa, donde, cien metros a la izquierda del primer semáforo hay que virar nuevamente a la izquierda hasta Marconi y luego a la derecha hasta la esquina de Leonardo da Vinci y tocar el timbre del número uno para cenar con Giovanni, Francesca y Mariela de Marchi, con lo que tacho otro intruso más. Valeria y Francescadetrés hacen imediatas migas pese al abismo generacional mientras Mariela descansa su desmedido vientre dentro del cual se impacienta el hermanito en ciernes y Giovanni prepara una pasta (claro, es italiano). Charlamos hasta por los codos. Luego sentida despedida y yo meto pata hasta Viena, adonde llegamos a las tres de la mattina.

Viernes 21

Vendo entre lágrimas mi Mazda. Pero la transacción merece crónica aparte que aquí va.

Como regresábamos de Italia el jueves 21 y partíamos de regreso a la lontana patria el domingo 24, mal imagineme yo cómo podía deshacerme dignamente de la entrañable macchina en tan solo 24 horas que ni serían tales, de modo que jui del concesionario el viernes antes de emprender el periplo a ver si me lo compraban y a cuánto. Los austriacos son, para estas y otras cosas, gentes seria: Los precios se fijan por modelo, año kilometraje y estado general, se meten en una lista electrónica, y andá a cantarle a Gardel! Vea, me dice el muchacho, su coche en el mercado está a 11.000 euros; nosotros, claro tenemos que tener un margen, de modo que le damos 9.000. Perfecto! El viernes que viene lo traigo!

Salgo llaves en mano y me topo con un señor de unos cuarenta pirulos que está mirando estudiosamente mi chiche, No lo vende?, me pregunta, Sí, pero la semana que viene, Y cuánto quiere? Mire, el concesionario dice que vale 11.000 euros y ellos me dan 9.000; qué le parece si hacemos 10.000 y nos ganamos mil euros cada uno? Trato hecho! Aquí tiene mi tarjeta, El viernes se lo llevo a su oficina.

Y así fue. Llegué a la susodicha oficina, estacióne por última vez mi hasta hace poco único amor verdadero, subí, pregunté por Herbert Mann (que así se llamaba y sigue llamando Herbert) y cuando apareció le dije, Aquí tiene la llave; el auto está afuera, por si quiere cerciorarse de que sigue intacto, Es que en Austria primero el comprador lo tiene que hacer revisar por un mecánico para verificar que todo esté en orden, Mire, yo me voy pasado mañana, así que hagamos así: le dejo la llave, le firmo la transferencia, le dejo mis datos bancarios, usted lo lleva al mecánico y, si está todo bien, me deposita las diez lucas, y si hay algo que arreglar, me lo descuenta y chau, Así nomás? Así nomás, o me equivoco al pensar que usted es un tipo de ley?, No, no se equivoca.

Y me depositó, así nomás, la guita. Y desde entonces nos seguiremos viendo cada vez que venga a Viena.

Domingo 23

Última misa de Mozart en la Jesuitenkirche con Jorge y Noemí Dolín, argentinos que he rescatado ayer y que mañana se van a Israel y dentro de una semana regresan a Baires. Luego voy a votar y me encuentro con el pectoral dilema de escoger entre Moria Casán y Zulma Faiad (vamos, todavía!).

Ahora cierro este ordenador, como dirían los íberos, y me pianto a rehacer las valijas que Alguienita no está pudiendo cerrar.